sábado, 3 de septiembre de 2011

Maneras de despedirse

Suenan clarines y timbales, el público tiene ganas de disfrutar y los toreros están nerviosos ante otra corrida que les haga auparse a los más alto de su popularidad.



Uno de ellos, el primero, bajito, moreno, 1´72 de estatura, nacido de la nada y todo lo aprendido en la calle, donde se curten los más plebeyos de allá de donde viene, sale como si cada corrida fuera la última y por eso sabe que es el mejor y si algún día no lo siente, sabe que algún día será el mejor. Empieza el espectáculo y sus caderas de muletas hacen enloquecer a la gente de lo que ve en el tendido, la gente paga lo que sea por verle actuar y él disfruta, sonríe y brinda gestos cómplices a una afición que sabe que tiene en el bolsillo, porque sabe que esa misma gente hará que se convierta en alguien aún mejor, y se crece cada fin de semana que pisa el "tendido" con ganas de disfrutar y de que cada aplauso supere al anterior, no tiene corridas malas, sí discretas, aunque siempre sale victorioso sabiendo que solo él tiene el don de que a sol o a sombra la gente disfrute de sus estocadas, a veces mortales de oreja y rabo y a veces inútiles, pero solo se salva el más grande, el peleón...el Kun Agüero. Y así pasan los años, y las temporadas y cada vez más, él es el mejor y ya no lo siente, sabe que lo es.
Pero se siente raro, ya no disfruta como lo hacía antes, y todo lo que antes eran gestos de cariño, ahora se convierten en mentiras y populismo barato con el que, sin darse cuenta, cava su propia tumba, su plaza, dice, se le ha quedado pequeña y teniendo la oportunidad de salir por la puerta grande, decide salir en camilla y sin que nadie le vea, sin agradecer públicamente a aquellos que lo vieron durante años, que gastaron sus ahorros durante todas sus temporadas y ensuciando una ropa que diariamente 4 años ha vestido, dice, orgulloso. Ya nadie le cree, nadie le quiere y todo el mundo le odia, muchas saben que es lo mejor que han visto hasta el momento, pero todos coinciden que la puerta grande se le ha quedado pequeña, un mal recuerdo de un gran profesional que, por razones que ya nadie cree, se va a torear a otras plazas donde sabe que volverá a ser un ídolo y donde solo él sabe como va a acabar su vida profesional.






El segundo, alto, rubio y con 1,80 de estatura, nacido en el seno de una familia de buenos hábitos y grandes dotes de profesionalidad, su abuelo y su padre fueron lo que él esta siendo, un ídolo para algunos y un oportunista para otros, al verle muletar no sientes nada, llegas a la plaza y no sabes que corrida le va a salir, buena, mala o regular, no es constante, aunque todo el mundo recuerda que cuando la ocasión lo entendía, aparecía con una faena sublime sólo hecha para gente como él, muchos le consideran un vago, otros le consideran un dios y él, a sabiendas de todo esto, toma la decisión de decir lo que siente y callar lo que no siente, no hace guiños a la grada, pero se encara en las malas corridas de abucheos, se sabe vencedor en muchas ocasiones pero, sin rencor ni acritud, aplaude en el centro del tendido sabiendo que este deporte es así, y que será recordado por sus grandes actuaciones y no por sus malas temporadas. Engrandeció a un deporte que en la plaza en la que actuaba, sentían que nunca volvería a aparecer, hizo aparecer su nombre en el mapa después de muchos años y sabe que eso es lo que va a quedar, con su pelo rubio oro y sus piernas igualadas por tradición familiar, el matador a ratos, Diego Forlan.



Pero al contrario que el moreno, hace tiempo que no se siente arropado, los aplausos ya no suenan como la primera vez y, a sabiendas, de que la memoria del que paga es muy corta, entiende que quién paga por verle se sienta defraudado, su rendimiento baja a veces por querer forzarlo y no se lo han tenido en cuenta, ha tenido que aguantar de todo y de mucho, pero calla porque sabe que no esta bien y que, alomejor, si él fuera aficionado pensaría igual. Entonces llega su última despedida en esa plaza, quizás aquel día no supo que lo era, pero lo era. Y lo dio todo como cada vez que salía, aunque todo, a veces, no era lo suficiente, y decidió despedirse a lo grande, en público, ese con el que tuvo sus mas y sus menos reconocido, pero sabe que esa gente, que sonando mas o menos sus aplausos, les debía muchas cosas y la puerta grande se abrió para despedir a un tipo como pocos, con dos temporadas históricas y otras dos discretas, supo retirarse a tiempo y dejar la puerta tan bien cerrada a su salida que la gente supiera que pocas veces algún valiente que quiera agradar a sol y a sombra tendrá que empujarlas muy fuerte, y se va de manera que los que lo vieron le prometen agradecerle eternamente sus buenas actuaciones y olvidar para siempre sus temporadas horribles.



Son; maneras de despedirse.



P.D. Siento si el símil toril no a agradado a todos pero (SIN ser amante del toreo) creo que era la mejor manera de expresar lo vivido, el diferente final de dos ídolos.


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