Uno cuando se va enterando de lo que es la vida, como todos,
toma un camino sin saber si va a ser el correcto o no, sigue según sus
instintos y sabe que, aunque no será fácil, siempre habrá atajos u otras
direcciones que tomar dentro del mismo recorrido. Al empezar, el equipaje va
vacío, no lleva absolutamente nada, con la intención de ir llenándolo por el
camino de cosas bonitas, recuerdos y momentos que perdurarán para siempre de
alguna manera u otra, sin olvidar que habrá momentos duros y difíciles. Y así
uno, si saber cuál será el mejor momento de ese camino, decide vivir cada
segundo de él y decide ponerse a soñar, dormido y despierto.
Cuando mi camino
en la vida ya lleva 29 años y, cuando vio hace dos años, que pasaba de largo el
camino que le llevaba al sueño de Hamburgo, pasó por el de Bucarest, y esta
vez, señores y señoras, no lo iba a dejar escapar. Me iba a una final europea a
ver a nuestro Atleti, me iba a llenar el equipaje.

Salí de trabajar el día 8 de mayo a las 14:30 del mediodía,
y fijaros si tenía ganas, que tomaba el Ave destino Madrid a las 15h, por
suerte, tengo la estación cerca y no fui apurado. Cansado sí, pero no agobiado.
Viajar en Ave, es la ostia, uno va, cómodo, tranquilo y cuando te quieres dar
cuenta, ya estás allí. Para mí la batalla con el avión, la tiene ganada.
Así que, puntualmente, llegué a Madrid a las 17.45 de la
tarde y ya me esperaba una gran amiga (Sheila) para ayudarme a hacer unas
compritas y tomar unas cañas que desde aquí quiero reivindicar, como patrimonio
de la humanidad. Quién no haya visitado Madrid, les digo, que no tarden, que
esa ciudad hay que disfrutarla y que las cañas y las tapas, son parte del
encanto de una ciudad eternamente vieja y eternamente joven.

Ver para creer, así que, aguantamos y aguantamos y después
de ver unos cuantos reportajes de lo que nos esperaba al día siguiente, nos
fuimos a la cama, nerviosos pero ilusionados.
(Continuará...)
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