martes, 14 de junio de 2011

El día que la esperanza cambió de caja.

Aún no sabe porque lo conserva; -de recuerdo, dice. Su mirada gastada, más bien cansada, de ver pasar el tiempo y notar que nada ha ido a mejor. No le gusta usar la palabra peor, porque dice que peor siempre se puede estar, prefiere llamarle, menos malo, -cosas de viejos, dice su hijo que lo observa orgulloso como un espejo donde mirarse, -él me ha enseñado todo lo que tengo que saber y lo que no tenia que enseñármelo, no lo ha hecho.
Han caminado muchas veces juntos camino del estadio, muchas veces desde casa, otras cada uno por su lado, pero allí estaban, cada 15 días cada uno en su asiento, moviendo la cabeza al unísono, infartándose a la vez y lamentando juntos las ocasiones perdidas. Desde su asiento ven el palco, ese que maldicen tanto por dentro como por fuera y donde no ven solución.
Cuantas veces, sus manos gastadas de los años habrán aplaudido en ese asiento, las mismas manos que tomaron a su esposa, que en el camino de envejecer juntos aceptó lo que, sabía, para él era prácticamente un sentimiento, y aunque poco futbolera, siempre que se lo pedía, ella iba, sufría menos, pero iba. A veces, cuando ella iba y ganaban, al abrazarse le decía al oído, -nos das buena suerte, tienes que venir más!, y si alguna vez perdía, jamás era porque ella estaba, porque la amaba y aún hoy lo hace.



-La historia de una vida juntos los tres, bromea ella, tu abuelo, yo y el Atleti, le dice a su nieto mientras lo lleva al parque a jugar con su camiseta de Fernando Torres. -No le dejé que le pusieran Luis Aragonés!, y sonríe. El ídolo de su marido, cuantas veces lo habrá visto sollozar, cuantas veces lo habrá visto llorar de alegría, cuantos sentimientos le habrá visto sacar en 90 minutos. -Mi marido no merece esto. Suspira mientras sus ojos se le tiñen de rojiblancas lagrimas cuando piensa que va a perder su asiento en el Calderón.
Ella es consciente de lo que significan esos colores para su vida, porque si su vida se representara en un teatro sería con el telón rojiblanco. Aún se le entelan los ojos al pensar en aquellas épocas en que llegaba del Metropolitano tras vencer al Madrid de Di Estefano. -Ya nada es lo que era.



Caminan juntos por el centro de Madrid, dicen que les recuerda cuando eran jóvenes y eso les hace sentir bien, a veces en uno de esos caprichos de la memoria, él dice, -Justo aquí te regalé la primera rosa!. Ella se hace la sorprendida pero lo recuerda como si hubiera sido ayer. Si le hubieran dicho que su vida iba a ser esa le hubiera dicho que si mucho antes. -Son las cosas del amor, dicen los dos al unisono y ríen. A veces parece que sus manos, llenas de arrugas, se hayan deformado simplemente para hacerle hueco a la mano que le a acompañado desde el sí, quiero. Se nota su amor, se palpa y da envidia.



Cuando lo ves a él, te quieres ver a ti dentro de 50 años, -Hace tiempo que la esperanza cambió de caja, comenta. Hoy ha perdido la ilusión, no por los colores, no por la camiseta, nunca por la historia, ha perdido la ilusión porque la ha cambiado, porque hoy, su única ilusión es que la esperanza este en la caja correcta y que su nieto sienta lo que él ha sentido a sus 85 años. -Ya solo pido eso, que sepa seguir con algo que es mucho más que un divertimento.
Señala a la grada donde, por ahora, no volverá a estar y se cabrea -Esa gentuza nos ha tomado el pelo a todos los seguidores. Aunque reconoce que el Uruguayo le hizo llorar tanto que pensó que no lo contaba.
Reconoce que pensó que Gil padre era un buen hombre -Nos engañó a todos y a mi el primero. Pero reconoce que en esa grada debe de primar el sentimiento, por encima del dinero y demás. Lamenta que ya no haya jugadores que estén décadas enteras vistiendo de rojiblanco. -Los demás me dan igual. Y lejos de odiar al eterno rival comenta; -Antonio es un gran amigo mio, hay madridistas que son buena gente. Prefiere no discutir por fútbol.



-Tiene una bufanda que debería estar en el museo del Atleti. Dice su hijo. Y posiblemente no le falte razón. -El fútbol moderno ya no es para viejos, dice cansado. Y su hijo le responde -Va calla papa! No digas tonterías! La esperanza es lo último que se pierde.



Hoy su esperanza, esa que ha perdido al decidir no volver a abonarse, con sumo cuidado la ha metido dentro de la caja de pandora de su nieto, porque sabe que el camino que viene, cuando él ya no esté, debe seguirse con ilusión y mucha esperanza y esos pequeños que hoy no entienden nada, mañana deben de entenderlo todo.


P.d. No es una historía real, que yo sepa.

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