Uno cuando se va enterando de lo que es la vida, como todos,
toma un camino sin saber si va a ser el correcto o no, sigue según sus
instintos y sabe que, aunque no será fácil, siempre habrá atajos u otras
direcciones que tomar dentro del mismo recorrido. Al empezar, el equipaje va
vacío, no lleva absolutamente nada, con la intención de ir llenándolo por el
camino de cosas bonitas, recuerdos y momentos que perdurarán para siempre de
alguna manera u otra, sin olvidar que habrá momentos duros y difíciles. Y así
uno, si saber cuál será el mejor momento de ese camino, decide vivir cada
segundo de él y decide ponerse a soñar, dormido y despierto.
Cuando mi camino
en la vida ya lleva 29 años y, cuando vio hace dos años, que pasaba de largo el
camino que le llevaba al sueño de Hamburgo, pasó por el de Bucarest, y esta
vez, señores y señoras, no lo iba a dejar escapar. Me iba a una final europea a
ver a nuestro Atleti, me iba a llenar el equipaje.
Afortunadamente al Atleti, uno no lo elije, es el Atleti el
que te elije a ti, y a mí me pilló lejos, podría ser peor, sí, pero vivir en
Barcelona y ser del Atleti no es fácil. Por suerte, siempre que puedo, visito
la capital con la intención de asomarme a un pequeño sueño de vivir cómo uno
más en Madrid, siendo del Atleti y sintiéndose en casa. Así que, pese al precio
y como las combinaciones desde Barcelona a Bucarest no me iban bien, decidí que
ya que iba a cumplir un sueño, lo iba a hacer a lo grande. Porque uno a éstos
viajes sabe que va, pero debe saber con quién va, y yo sabía que debía de ir
con quién fui. A los que sin duda, dentro de esta crónica, tendrán un apartado
especial.
Salí de trabajar el día 8 de mayo a las 14:30 del mediodía,
y fijaros si tenía ganas, que tomaba el Ave destino Madrid a las 15h, por
suerte, tengo la estación cerca y no fui apurado. Cansado sí, pero no agobiado.
Viajar en Ave, es la ostia, uno va, cómodo, tranquilo y cuando te quieres dar
cuenta, ya estás allí. Para mí la batalla con el avión, la tiene ganada.
Así que, puntualmente, llegué a Madrid a las 17.45 de la
tarde y ya me esperaba una gran amiga (Sheila) para ayudarme a hacer unas
compritas y tomar unas cañas que desde aquí quiero reivindicar, como patrimonio
de la humanidad. Quién no haya visitado Madrid, les digo, que no tarden, que
esa ciudad hay que disfrutarla y que las cañas y las tapas, son parte del
encanto de una ciudad eternamente vieja y eternamente joven.
Pasada la tarde, ya pude reunirme con Dani, ese que para mí,
es como un hermano, ese al que gracias al Atleti, me ha unido el eternamente. Ese
al que llamo cada vez que acaba un partido y ese que ha hecho posible que yo
pudiera ir a Bucarest y cumplir mi sueño. Como dos flanes, nos abrazamos, nos
dimos dos besos y a partir de ese momento sólo existía el partido. Fuimos a ver
a su padre, gran tradición familiar que ellos tienen y que me dejaron compartir
y, sin demora, nos fuimos a cenar y descansar antes del día que nos esperaba,
largo día en Rumanía. Pero antes de visitar al dios Morfeo, quisimos irnos a la
cama jodidos de nervios, y pusimos sendos programas deportivos nocturnos, que
prefiero no publicitar y que se tiraron la primera hora y pico hablando de
Higuaín, a menos de 24 horas de que dos equipos españoles, dieran una lección
al fútbol europeo.
Ver para creer, así que, aguantamos y aguantamos y después
de ver unos cuantos reportajes de lo que nos esperaba al día siguiente, nos
fuimos a la cama, nerviosos pero ilusionados.
(Continuará...)
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